"Haz que lo tuyo siga siendo tuyo para siempre".

domingo, 23 de septiembre de 2012

Bollos y lavanda

Mi mundo se iba desmoronando, poco a poco, como si fuera quitando las piedras de un muro una a una. Todos mis sentimientos se amontonaban sin orden en el interior de mi cabeza, como si intentaran salir de ella haciéndola explotar.
Mi abuela solía decir que los errores se pagaban caros, y ahora estaba más de acuerdo con ella que nunca.
¿Cómo había llegado a este extremo? Ni yo misma tenía respuesta a esa pregunta. Pero ya no había marcha atrás. Todo era culpa mía, y no había otra salida.
Empecé a recordar cosas de mi vida pasada. El olor a bollos por las mañanas provenientes de la panadería de enfrente, las mantas con aroma a lavanda de la casa del campo, el viejo horno de madera de la casa de la abuela. La abuela. Todo había cambiedo cuando ella murió, hacía ya tres años. De aquellas yo solo tenía once. Tras su muerte nadie podía cuidarme mientras papá trabajaba y Juan ejercía un oficio, así que yo me fui adentrando por un camino equivocado. ¡Cuantos errores juntos!
Pero ya todo daba igual. Mi única solución era alejarme de aquel infierno y empezar de nuevo. Ya me había ido a despedir de mamá y de la abuela al cementerio, le había dejado una carta en la mesilla a Juan explicándole todo y a papá ya no le daría más problemas, porque yo era el problema.
Miré por la ventana por última vez la ciudad donde me había criado mientras el tren iba arrancando, dejando atrás mi antigua vida y llevándome hacia una nueva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario